Existe la creencia de que el SAT solo pone atención a grandes cantidades de dinero. Sin embargo, la autoridad fiscal utiliza sistemas automáticos que detectan patrones, no solo montos altos.
Recibir depósitos constantes de personas cercanas puede parecer inofensivo, pero el SAT puede considerarlos ingresos si no se justifica su origen. Aunque sean cantidades pequeñas, la frecuencia puede generar alertas automáticas.
Los depósitos en efectivo siguen siendo de los movimientos más vigilados, incluso si no superan grandes cantidades. El SAT puede solicitar aclaraciones sobre el origen del dinero cuando estos depósitos no coinciden con tus ingresos declarados.
Ingresos por ventas sin facturar, como productos por redes sociales o servicios ocasionales, pueden ser detectados. Aunque los montos sean bajos, el SAT los considera ingresos acumulables.
Cobros por trabajos esporádicos, asesorías o apoyos profesionales también cuentan como ingresos si no se declaran. El error común es pensar que por ser algo “eventual” no importa fiscalmente.
Pagos recibidos desde apps de entrega, ventas o servicios digitales suelen estar identificados por el SAT. Estos depósitos, aunque pequeños, suelen estar plenamente rastreados.
Recibir pagos sin emitir factura puede generar inconsistencias entre tus depósitos y lo que declaras. El SAT cruza esta información y puede considerar omisión de ingresos.
Usar conceptos como “préstamo”, “apoyo” o “pago” sin respaldo documental no siempre es suficiente. Si son recurrentes, el SAT puede exigir pruebas de que no son ingresos.
Tener cuentas alternas o personales donde recibes dinero también entra en la revisión del SAT. No importa si esa cuenta no está registrada como “fiscal”.
Recibir reembolsos de gastos sin facturas o documentación puede levantar alertas. El SAT puede considerarlos ingresos si no se comprueba su naturaleza.
Guardar dinero a nombre de otras personas es un error común. Aunque no sea tuyo, el SAT puede pedirte justificar su origen y destino.



